Hace exactamente dos meses -el 26 de agosto- Cristian Lucchetti jugó su último partido con Atlético. El arquero sufrió, además de los tres goles de Aldosivi esa noche, una lesión en la zona sacro coxígea (la espalda baja) que lo marginaría de las canchas probablemente hasta el martes, cuando el equipo enfrente a Patronato. El golpe fue durante el partido y, fiel a su estilo, no quiso salir del campo. Incluso venía de otro golpe en el partido anterior e igualmente jugó el siguiente. Es que con 40 años, no sólo edificó una carrera en atajadas para todos los gustos sino también en ese apetito incontrolable de estar en absolutamente todos los partidos que se presenten. Hoy, dos meses después de no atajar oficialmente, sigue queriendo hacerlo pero ha valorado el tiempo libre.
“Lorena (esposa) y mis hijas me retaban porque no jugaba. ‘¿Hasta cuándo vas a estar de vacaciones?’, me preguntaban. Me querían echar”, le cuenta Lucchetti a LG Deportiva entre risas. No es que ellas no valoraran ese tiempo libre que apreció el arquero en estos meses, pero sin dudas era extraño tenerlo tanto tiempo en casa, al menos los fines de semana cuando no jugaba ni viajaba.
Uno de esos domingos, por ejemplo, en los que debió haber estado viajando o jugando, Lucchetti decidió ir a visitar a Thyago Bustamante, el niño de seis años que se cayó del alambrado por festejar un gol de Atlético y se fracturó la muñeca.
“Le pedí a mi hija más chica (Sofía) que me acompañara. Quería que valorara lo que es estar sano y sentirse bien. No valoramos eso nosotros. No valoramos levantarnos y poder caminar y nos ahogamos en problemas insignificantes”, relató.
En la visita, recibió el cariño de Thyago y de su papá, pese a que estaban todavía preocupados por la fractura. Para esos dos miembros de la familia Lucchetti era un momento importante. Sin decirlo expresamente estaban pasando cosas en esa habitación de hospital. Sofía miraba la escena de su papá y el niño enfermo y quizás no en ese momento, pero sí más tarde, valoraría lo que pedía el arquero.
Justamente Lucchetti estaba valorando el poder hacer algo así un domingo. Un día que generalmente está únicamente dedicado al partido y todo lo que este conlleva con preparación, entrenamiento, concentración, un eventual viaje y el juego en sí.
“Vivimos en una vorágine que no nos permite ver las cosas bien. Levantarse a la mañana, ver a tus hijos, disfrutar el día a día, poder tomar un mate en el campo, en el pie del cerro no tiene precio. No valoramos tener salud y sentirnos bien”, reflexiona el arquero.
Incluso él, que no sólo estaba lesionado durante ese momento sino que carga desde hace varios años ya, con una enfermedad aún más grave que la de su espalda: la diabetes. “No me impide hacer nada. Tomo los recaudos normales pero no dejo de hacer cosas”, repite como desde que blanqueó el tema. Completamente en la vereda opuesta a la victimización y atento a lo que en estos meses sin partidos le despertaron: el sentimiento de valorar lo que tiene.
Aún en plena conciencia de todo eso, intentó volver a jugar antes de lo estipulado y sufrió las consecuencias. Después de todo, sigue comprometido al ciento por ciento con Atlético y más en un momento (hace algunas fechas) en el que el equipo no la pasaba bien. “Por querer volver antes me resentí. A veces uno quiere adelantar procesos biológicos normales de recuperación. Por ansiedad y por ganas de estar. Y por eso terminás afuera más tiempo de lo normal”, confiesa.
Lo bueno es que, si ese tiempo “afuera” es como el que experimentó en estos meses, la reflexión, todo puede ser mejor.